1. Empezamos con el nacimiento. El individuo nace con un temperamento base, sin embargo las experiencias que se van acumulando a lo largo de la vida contribuyen a forjar su personalidad como adulto.

2. El/La niño/a pasa por diferentes etapas. Al inicio este bebé quien exige satisfacer las demandas en forma inmediata a sus necesidades, va desarrollando la capacidad de posponer la satisfacción de su deseo y va adquiriendo mayor dominio de sus emociones y conducta.

3. Alrededor de los 3 años de edad el/la niño/a va tomando conciencia de sí mismo, de los límites de su cuerpo y empieza a adquirir su propia identidad. Utiliza el lenguaje para comunicar lo que quiere, pero aún el pensamiento es muy egocéntrico y tiene dificultad para entender el punto de vista de los demás. En esta etapa se da también el proceso de socialización en el cual el/la niño/a adquiere las conductas, creencias y estándares que tiene valor para su familia. Se socializa mediante recompensas y castigos. Los padres entrenan a sus hijos con recompensas para las conductas esperadas y con castigos para las no deseadas.

4. Cuando hablamos de castigo no nos referimos al físico, sino quitar algo que al niño/a le guste (un juguete, tv, wii) para que se dé cuenta que esa conducta no es aceptada. Evitar en la medida de lo posible el castigo físico, ya que el/la niño/a puede entender que una de las maneras de resolver los problemas es a través del castigo corporal.

5. Como toda norma de comportamiento el equilibrio es la base hacia el éxito. Los padres que son capaces de diseñar un ambiente de amor, disciplina, tolerancia y respeto; además que están disponibles para ser guías de sus hijos y que emplean los controles apropiados, están ya promoviendo no sólo un sentimiento de valía y de autonomía, sino un espacio donde expresar la manera en que se sienten y así favorecer el desarrollo integral y sano de su hijo/a.

Mariela Donato, Mgtr.
Psicóloga Clínica
Royal Center